jueves, 2 de julio de 2009

Magick.

Óh, claro. Fue en Londres, cuando nos encontrábamos bajo esa suave nieve que en una caricia rápida quemaba hasta las entrañas. El café sabía bastante frío, talvez por sentarme a un lado de la ventana, pero quería mirar. Te veía congelarte allá afuera. ¿Esperabas a alguien? Nunca sabré, porque jamás te pregunté (y no lo haré ahora tampoco). Pero una seña de manos te hizo pasar, pedir un café, y conversar. Mil historias sonaron de las bocas, sobre la vida. Sobre nuestras vidas. Y vi pasar en tus ojos la mía y vi pasar en tus ojos un reflejo de mí que jamás había visto. Y en lo que los cierro, tus labios terminan de hacer más delicioso ese café que, en soledad se enfriaba.
Y sí, fue allá en Londres, donde nos encontramos, y jamás te quité los ojos de encima. Donde por primera vez mis labios tiritaron no de frio, sino de emoción. Donde descubrí que entre hechizos, me llegó una maldición. Y aún si no sé en qué lado del mundo andas ahora, jamás te podré quitar los ojos de encima.

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