sábado, 19 de diciembre de 2009

cé - La libertad jamás existió en los libros de historia mundial.

En el circuncentro de una circunferencia circunscrita en un límite imaginario, solo en aquel lugar solitario de la sociedad, se puede encontrar aquella clase de persona que no se esparce como enfermedad, porque aquellas personas, son libres. Y la libertad sonará a muy poco, a un simple circuncentro dentro de un espacio casi absurdo, pues pocos son realmente representantes de su verdadero significado. La libertad, aun si es una condena eterna, da al ser humano aquella capacidad amada (y que supuestamente nos hace más inteligentes) de poder elegir. Sin embargo, esta misma termina en un límite imaginario, pero impuesto, que es la otra persona. El otro ser. Somos seres sociables que no pueden pretender vivir su vida como si los demás fuesen peones; solo somos nosotros peones de uno mismo. Entonces, aquellas pocas personas, aquel mundo progresista tan poco mencionado, aquellas personas pocas, son la libertad, conocen la libertad. Porque la libertad jamás existió en los libros de historia, porque imponerse sobre otros pueblos, asesinar, gobernar, jamás ha sido libertad. Libertad es la de unos pocos que fusionan sus vidas en distintas partículas que funcionan una a través de otra; pero no unas a base de otras.
La libertad nace en el corazón y vive en las acciones, pues el ser realmente libre será aquel que viva de sí mismo y sus amados, y no en contra de los demás. Será aquel que no quiera verse ni más, ni menos, sinó que se valga de lo que realmente es, porque todos somos.

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