viernes, 27 de marzo de 2009

Sobreviviente

Creo que somos pocos los que logramos caer en aquel lugar tan oscuro y tan profundo y salir... Salir. Algunos podrían recordar aquel momento en que la mente, la vista comienza a ponerse borrosa... Los pensamientos se nublan. Se escuchan de lejos las cadenas de aquella cosa que esconcida permanecía allí mucho tiempo, en tu cabeza. De a poco va entrando el frío y te vas internando en aquel lugar. Todo lo que había afuera de a poco va desapareciendo y volviendose irreal, a tal punto, que solo ésta oscuridad es lo más real. Las cadenas resuenan con un eco penetrante en tus oídos y puedes ver, puedes ver su figura desesperada, aquellos ojos deseosos de incoherencia y destrucción, y puedes sentir como se eriza tu piel. Y ni si quiera por medio de la fuerza, te acercas, y lo desatas. Primero un brazo, una cadena. Un día, una locura. Tu mente se nubla casi por completo y deseas matar o morir. Algunos, valientes, desatan por completo las cadenas. Y caen al abismo. Y caen a un abismo casi imposible de salir, donde puedes ver aquel líquido rojo correr por todos lados y tu mente, tu mente ya no tiene límites. Ya no hay realidad ni sueño y todo parece ser auténtico. Todo placer, todo lo que viene sirve. Todo parece nada. Y esa búsqueda de la realidad te hace caer en lo más profundo, lo más oscuro...

Y solo si logras abrir los ojos y despertar, podrás sentir la realidad de nuevo. Pero jamás tus manos se van a limpiar. Jamás tu sed se va a calmar.
Talvez jamás lo volverás a encadenar.

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