miércoles, 17 de marzo de 2010

Día 1: Nada se sabe.

Todo comienza aquí. Todo comienza en el típico lugar donde estás sentado y muchas cosas pasan por tu cabeza. Tu escritorio. Tu cama. Tu oficina. Donde sea. Cualquier lugar en donde hayas llorado, gritado, sido feliz, etcétera. En mi caso, todo comienza en mi pieza. Mi maldita pieza, con ese típico color verde limón asqueroso que me enferma. Aquí sentada donde mismo estoy ahora, la silla del escritorio. Todo comienza acá, fumándome un cigarrillo que también termina enfermándome. Dándome cuenta que soy la única en pie a esta hora, como siempre. Tan horrible. Tan solitaria, pobrecita. Y el unico pensamiento que recorre mi cabeza, es, ¿Por qué tan solitaria, señorita? Derrepente todos llegamos a un punto en donde tantas cosas se van, que ya no crees que algo se vaya a quedar.
Una vez conocí a un hombre. Bueno, realmente, él me conoció a mí. Era un familiar. Bastante mayor, claro. Debo aclarar que en mi mente no se guardan demasiados recuerdos, solo pensamientos y emociones. Nada de imágenes. Yo lo amaba. Lo quería demasiado. Sin embargo, jamás me atreví a decirle nada, como siempre. Si algo creo que me caracteriza, es el evitar las confrontaciones melosas. Crecí en un hogar donde la palabra amor y cariño no era siempre mencionada, o en el caso contrario, era tan mencionada que te hacía vomitar. Así que yo jamás lo hago. Y si lo hago, es muy forzado, créanme. Independiente si lo sienta o no (que es algo que no siempre logro distinguir). Enfin. Hubo... Una vez en que me atreví a decirle algo. Lo planeé. Así de frívola. Lo planeé por una semana talvez. Pensé en decirle que lo quería en ese momento "adecuado" que todos sabemos que no existe. No hay momentos adecuados. Solo inadecuados. Y le dije. Le dije un tímido "te quiero", que supongo que lo cohibió a más no poder. No tengo recuerdos de su respuesta. El siguiente recuerdo salta a poco antes que su esposa muriese. También la amaba a ella, pero ese es otro caso. Él comienza a borrarse, a partir de este punto. La última vez que lo vi fue en el funeral de ella. Él solo lloraba. No hablamos nada. Solo lloramos juntos. Y no recuerdo nada más.
Así de facil a veces se van las cosas. Unas simples palabras, unos simples recuerdos. Tal vez lo vi nuevamente, pero eso no lo sé. La memoria, es algo muy frágil. La memoria nos engaña, cambia las palabras, los momentos, las frases. Las hace ver más lindas, o más feas, dependiendo de qué nos convenga. Pero cuando no recuerdas nada, es como si jamás hubiese ocurrido. Nada se sabe. Lo importante es mantener las palabras y las emociones que sí recuerdas dentro de tí, para que nadie se te olvide. La gente muere y los cadáveres se vuelven inútiles. La gente se va y de qué sirve un teléfono. La gente siempre se va, y a veces vuelven. Los recuerdos también. Pero las palabras se quedan. Y lo importante es siempre mantener eso que quedó para saber que aquella persona jamás desapareció.
Claramente después de eso expresarse suena un poco más difícil. Enfin.
No sé si empezar con una confesión fue lo más sabio, pero sin duda necesito abrirme un poco para lograr tener confianza de escribir a público. ¿Lo hice bien? Nada se sabe, ja-já.

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